Los 4 vecinos de Villar de Corneja pasan a ser 70 en sus campanadas anticipadas

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Foto: Raúl Sanchidrián (EFE).
Antonio García (EFE)
Lectura estimada: 3 min.

La pequeña localidad abulense de Villar de Corneja ha repetido este miércoles el ritual de las últimas dos décadas, en las que sus escasos vecinos, todos de avanzada edad, han adelantado la hora mágica para comerse las uvas y celebrar por adelantado la llegada del año nuevo, aunque en esta ocasión han sido menos que nunca.

Los once residentes de finales de 2024 se han convertido en cuatro —literalmente— 365 días después, ya que siete vecinos han decidido trasladarse a la residencia de Piedrahíta, según ha relatado a EFE la alcaldesa de este pequeño pueblo de la denominada España vaciada, Carmen Hernández.

«Mientras yo esté, lo voy a seguir celebrando, aunque sea sola», apunta la regidora, con una pena amortiguada en este último día de 2025 gracias a la llegada de visitantes, familiares y amigos, que han arropado con su presencia a los cuatro residentes de Villar de Corneja, en un día frío y soleado, con el telón de fondo de la Sierra de Gredos nevada.

Sin embargo, ninguno de los cuatro residentes ha podido estar presente: Félix (padre), por su avanzada edad, más de 90 años; Félix (hijo) y los hermanos Justino y Gregorio, todos ellos con más de 60 años, porque estaban trabajando en las fábricas textiles de Santa María del Berrocal.

Este pequeño municipio, situado en el límite con la provincia de Salamanca, a 70 kilómetros al oeste de la capital abulense, ha visto cómo su población ha llegado a los 70 vecinos en un día especial, en el que las campanadas han resonado de forma muy distinta a las de las grandes ciudades.

Esta modesta celebración se ha convertido así en una reivindicación del mundo rural, silencioso y cada vez más deshabitado, que quiere llamar la atención sobre una agonía que no cesa, como vuelve a destacar la alcaldesa de Villar de Corneja.

Las cuatro casas rurales, con 18 plazas, aportan algo de vida los fines de semana y periodos vacacionales en este pueblo que, según su alcaldesa, podría desaparecer "en un año".

«Vamos a menos», añade Carmen Hernández, antes de insistir en que Villar de Corneja es "uno de los pueblos vaciados", como tantos otros que, según denuncia, las administraciones tienen abandonados.

Con su habitual sonrisa y optimismo, Carmen Hernández se desvive para que sus vecinos puedan disfrutar de estas campanadas al mediodía, 21 años después de que en 2004 pusiera en marcha esta iniciativa, pensada para que las personas mayores pudieran dar la bienvenida al año nuevo en compañía.

Año tras año, la población se ha ido reduciendo hasta llegar a los cuatro vecinos actuales, tres mayores de 60 años y uno de más de 90, según relata la regidora, mientras organiza a los asistentes frente al Ayuntamiento.

A todos ellos, algo más de 70 personas, les ha repartido las doce uvas en bolsitas, a la espera de que el reloj del Consistorio marcara las campanadas, con la habitual advertencia: «Las primeras no, las segundas».

Tras las campanadas, ha llegado el momento del brindis y de los buenos deseos en esta simbólica fiesta de la España vaciada, que también ha servido para poner en valor tradiciones locales, como la elaboración de gorras de paja de centeno.

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