Artistas, musas o putas: el papel de la mujer en la historia del Arte

María José Noaín Maura explora cómo las mujeres han sido musas, modelos y creadoras, y reivindica su papel en la historia del arte

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Artistas, musas o putas: el papel de la mujer en la historia del Arte
Cristina Lladó
Lectura estimada: 3 min.

El papel de la mujer en la historia del arte, ya sea como artista, musa o modelo, y cómo se le ha "encajonado en distintos papeles", es el eje del libro con el que la divulgadora cultural María José Noaín Maura busca que museos y público "cambien la mirada" y reconozcan el valor de la aportación femenina a través de los siglos.

El libro ‘Las mujeres en la historia del Arte’ expone cómo la mujer ha sido sujeto y objeto del arte desde la Prehistoria hasta nuestros días, y las dificultades que han superado para hacerse visibles, explica la autora, hija de la artista Carmen Maura, que organiza e imparte cursos de Arte, Historia y Arqueología a través de su web 'Los viajes de Aspasia'.

"Es una reflexión no solo sobre las artistas opacadas o invisibilizadas a lo largo de la historia, sino del papel de la mujer como objeto del arte, como musa, inspiración o modelo", señala Noaín.

Por ello, el libro no sigue una estructura cronológica, sino que aborda temas como la dificultad de las mujeres para formarse como artistas, la capacidad de vivir de su arte, o las técnicas y temáticas consideradas propias de mujeres.

El capítulo '¿Musas o putas? Modelos y ‘femmes fatales' analiza cómo la relación entre artista y modelo ha sido siempre desigual, con el pintor en una posición de poder, tanto sobre las modelos como sobre mujeres artistas que trabajaban junto a ellos y que muchas veces quedaban relegadas a la categoría de 'novias o amantes de'.

La representación de prostitutas, utilizadas para simbolizar los males de la sociedad frente al ideal de virtud femenina representado por figuras como la Virgen María, evidencia cómo, especialmente en el siglo XIX, se acentuó la dicotomía entre mujer virtuosa y mujer erotizada, estableciendo a la 'femme fatale' como un arquetipo cultural perdurable.

Otro capítulo aborda las barreras para acceder a la educación artística, que obligaba a las mujeres a recibir formación solo en el entorno familiar y en disciplinas consideradas 'apropiadas' para su género, además de la prohibición de estudiar anatomía y desnudo.

La autora también analiza la clara división entre los temas apropiados para hombres y mujeres. Las grandes obras históricas o mitológicas eran dominadas por pintores masculinos, mientras que retratos, bodegones y paisajes eran considerados más adecuados para mujeres.

El libro dedica atención a mujeres artistas de todas las épocas que lograron triunfar a pesar de las dificultades, desde Sofonisba Anguissola (1535-1625), una de las primeras artistas reconocidas en su tiempo, hasta Maruja Mallo (1902-1995), símbolo de rebeldía y lucha contra el sesgo de género en el arte del siglo XX.

También rescata figuras fascinantes como Elisabeth Louise Vigée Le Brun (1755-1842), retratista oficial de María Antonieta, quien tras la Revolución francesa tuvo que huir de Francia y trabajar en diversos países europeos, incluyendo Rusia, antes de regresar a París y recuperar su prestigio.

"No quería dejar dudas de que la escasez de mujeres artistas no se debe a falta de talento, sino a las muchas dificultades y a la invisibilización que enfrentaban por el androcentrismo", señala Noaín.

Su gran objetivo es que los museos cambien su discurso y sus cartelas y que, la próxima vez que se visite un museo, galería o librería, el público "cambie la mirada" y reconozca la importancia y aportación de las mujeres a lo largo de la historia.

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