El próximo martes 18 de agosto en la plaza del Ayuntamiento
Guillermo Hernández Berguío celebra su centenario rodeado de cariño en El Barco de Ávila
El veterano caminero, distinguido con la Medalla de Honor de Bronce en 1988, festejó sus 100 años junto a su familia, amigos y vecinos de la residencia San Miguel
El pasado 25 de junio, Guillermo Hernández Berguío cumplió 100 años de vida en un ambiente repleto de cariño y reconocimiento en El Barco de Ávila. Aunque los achaques propios de la edad han mermado su movilidad, conserva una memoria lúcida y admirable que le permitió rememorar con claridad los hitos de su trayectoria vital.
Nacido en 1925 en El Mirón (Ávila), hijo de Valero y Justa, agricultores de la zona, Guillermo decidió dejar el campo tras finalizar el servicio militar y presentarse a las oposiciones de caminero de la Diputación. Obtuvo el primer puesto y comenzó su andadura profesional en la carretera de El Mirón a Aldealabad del Mirón. Posteriormente, fue trasladado a El Barco de Ávila, localidad en la que se asentó y donde desarrolló gran parte de su carrera.
Durante años ejerció como capataz encargado del mantenimiento de las vías del partido de El Barco y Piedrahita, hasta su jubilación. En 1988 recibió en Madrid la Medalla de Honor de Bronce, otorgada por la Asociación Española de Carretera, como reconocimiento a sus relevantes servicios prestados a la red viaria nacional.
A nivel personal, Guillermo recuerda con emoción su matrimonio con Esperanza Vaquero, con quien tuvo tres hijos: Valero, Pilar y Joaquín. Viudo desde hace trece años, su descendencia se ha ampliado a ocho nietos y nueve biznietos.
La jornada del centenario comenzó con las felicitaciones de familiares y amigos y culminó con un acto entrañable en la residencia de mayores San Miguel, donde reside desde hace varios años. Allí, rodeado de trabajadores, residentes y seres queridos, recibió una placa conmemorativa de manos del director del centro. La alcaldesa de El Barco de Ávila, Pilar Araoz, también quiso sumarse a la celebración y le entregó una cadena con la imagen del Santísimo Cristo del Caño en representación de la villa y del Ayuntamiento.
La fiesta continuó el sábado con una gran comida familiar en un restaurante local, a la que asistieron hijos, yernos, nueras, nietos, nietos políticos y biznietos, en una celebración que dejó patente el profundo afecto y admiración que todos sienten por este centenario barcense.