Seis grupos subirán a las tablas los sábados entre el 10 de mayo y el 14 de junio
Iconografía de Ofelia, éxtasis en flor
Por Eduardo Blázquez Mateos, URJC
Ofelia es intrépida en su terribilità.
Inmersa en los fenómenos de transición, Ofelia se proyecta en los cuerpos en reposo.
Su devenir en la dimensión escénica y temporal, aporta ímpetu a la danza circular de las flores acuáticas.
La invisibilidad del cuerpo de Ofelia, se apoya en la caducidad de las flores; entre el desequilibrio, los arrebatos violentos se esconden en la calma de la naturaleza muerta/viva.
Los bodegones se entrelazan en las aguas de la bella Ofelia. Las aguas están envueltas en pétalos elevados desde una atmósfera primaveral; descalza, su cuerpo se transforma en alma, atraviesa el umbral para viajar al más allá, al paraíso.
El estanque lúgubre se bautiza con el verdor soleado por las lágrimas del eclipse. Desde el bosque de los rogales secos, nos adormecemos en las macetas verdes.
El ropaje de Ofelia conduce al remolino del agua que, entre el jeroglífico de las flores enlutadas, pretende rememorar las acciones de los efectos de los paños mojados desde el éxtasis místico.
¡Nadar entre velos en el cuerpo de Ofelia, entre remolinos húmedos de telas negras!
La cabeza echada hacia atrás y los brazos levantados, exploran las turbulencias abismales que, en su inestanbilidad sonámbula, encarnan la unión con el Otro Mundo; al tiempo, se exploran los impulsos irracionales desde largas odas a la lentitud, a la calma de las aguas implicadas en el sueño de la liberación ascensional de un mito horizontal.
Ofelia se opone a la diagonal, busca los recodos diminutos de la vital Dafne(en éxtasis transformador), para sobrevivir al destierro del desamor.
Al florecer la camiseta negra, puedo flotar entre las nubes en éxtasis, seno de olas interminables para volar y nadar, es decir, transitar entre asociaciones vegetales enceradas en mi torso; liberado, empapado, miro la fortuna de mi amor. Me abandono para soñar adherido a mi ropaje floral, revuelto por mi tempestad interior, entro en un viento cálido con brazos femeninos que conservo desde mi Nacimiento.
El sueño me transfiere a las aguas de Ofelia, al encarnar el éxtasis, me ondeo en flor para volar. Ante la inminente tempestad, con el anhelo en éxtasis, giro entre las colmenas-macetas para encontrar el simulacro de la morada; recostado, me cubro con la seda de las camelias para eliminar los accidentes de los pliegues extasiados con los olores de los azulados jazmines ultramundanos de mis dos ninfas.
¡Temblor de una Flor!
La Ofrenda de Ofelia vivifica el riego de las flores en la Albirka-alberka de Ofelia. La acequia invisble atrae a los espíritus melancólicos que entrecruzan las aguas de la metamorfosis. Ofelia visita la alberca de la Ninfa, la Dama mira desde el azulado ventanal para explorar la aventura de su hijo fragmentado en las flores del santuario maternal.
LAS HORAS de Erri.
Siempre quiso ser Ofelia, dama de la floresta y princesa de ríos turbulentos; Eduardo, todas las mañanas siembra pétalos de rosas amarillas en aguas bravas, aguas revoltosas que alegres cantan sus alabanzas, pinceladas de color sobre el agua. ¡Cuántas horas contemplando las aguas profundas! ¡Cuántas horas sumergiéndose en ellas, Ofelia poderosa y engalanada de rosas de mil colores que, embriagada, borracha de pasión, brinda todo su amor a las aguas caudalosas!
¡Cómo vivir sin color, sin amor!(Errikarta)
¿Cómo interpretar las estrellas del cielo de Virginia en Al Faro?
Alberca dorada vestida con blanco jazmín azulado que todo lo cubre, jazmín de flor amarilla que tan importante eres en mi vida, confesor y amigo donde siempre recorreré, hoy te acompaño. Desnudo ante ellas, mira a un cielo liberador y, poco a poco, desciende por las escaleras de mármol blanco cubriendo su cuerpo, mar blanco a su alrededor, paraíso floral donde siempre vivirá. Simulando las Horas, lleva dos grandes piedras blancas en sus manos, peso necesario para conseguir su fin.(Errikarta).
¡Imágenes enlutadas con flores fecundas, peregrinas y deportadas, cubren a Ofelia!
Desde la transformación gestada por el phatos, aparecen vestigios de ramas que se consuman en las lágrimas vertebradas por la ausencia.
¡Cuido tus flores, para no arrojarme por el acantilado!
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