Por Eduardo Blázquez Mateos-URJC

LA MELANCOLÍA EN ÉXTASIS.

Begoña se ha liberado de lo material, se une a la tierra desde lo espiritual para escuchar la plegaria de su interior, asciende desde sus sueños para dar carácter a la escena visionada entre árboles, eleva su cuello en trance en un movimiento plegado a su cuerpo solar que, cubierto por el velo de Ceres, espiritualiza el espacio poetizado por el remolino del ropaje, sus blazos y su cuello se velan para determinar la rítmica de la luz en éxtasis, en comunión con el paraje interiorizado.

Al meditar desde su pudor, con la solemnidad de un tratado japonés de danza, encarna una elegancia necesaria para irrumpir en la belleza del universo alegórico de Saturno.

Se transforma en la alegoría de la Luna para representar el Eclipse.

La fuerza de Begoña irrumpe en su celebración, se trata de un tránsito de su espíritu a una nueva morada, su alma está en el bosque de Oma.

Al renacer en una vida vegetal, su frenesí contiene fragancias múltiples que vivifican la inherencia natural de las flores en éxtasis. Begoña transporta flores a Oma cada noche.

El silencio del nocturno, se favorece desde el contrapunto aportado por las luciérnagas nacidas en las glicinias de su pérgola en éxtasis. La veracidad de sus escenas performativas obedecen a su ondulante elevación interior, sus ojos miran al cielo para liberarse como Dafne.

¡Negra rosaleda que corona el alma de la Melancolía!

¡Ojos llenos de lágrimas para ordenar el barro del bosque sagrado!

¡Temblor del valle ante la llegada de la Melancolía!

¡He temblado ante el velo alegórico!

Rasgar los tenues velos, para buscar la Verdad.