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De esa cifra la inmensa mayoría, casi un 83 por ciento de los casos, es una mujer casada la que se encarga de los cuidados. Datos que se recogían en el informe ‘El cuidado de las personas: reto del siglo XXI’ realizado por la Fundación La Caixa. Conclusiones claras y rotundas que plantean la necesidad de una buena aplicación de la Ley y de los programas de apoyo porque el actual sistema de Dependencia está muy lejos de cuidar al cuidador.

 

Pero, ¿qué es el síndrome del cuidador quemado? Para empezar sería bueno determinar cuál es el perfil que tiene en este momento y en este país. Generalmente corresponde a una mujer, normalmente casada, con estudios primarios y sin ocupación remunerada. Destaca que en el 40% de los casos la cuidadora es, además, la hija de la persona dependiente y que en el 77,2% de los casos lleva a cabo un cuidado permanente.

 

Lo normal es que ente el cuidado de los pacientes con demencia o dependientes requiera un progresivo aumento de atención como consecuencia de la larga duración de la enfermedad, la pérdida progresiva de capacidad física y cognitiva y su creciente dependencia del entorno familiar. Todo esto conlleva, según explican los expertos, la aparición de una amplia variedad de problemas que tendrán una mayor o menor incidencia en función de su propia salud, de la ayuda familiar, de la capacidad de la Administración y de las instituciones para adecuarse a sus necesidades, de la información que tenga sobre la enfermedad, de las labores propias de cuidar, de su forma de enfrentarse a la situación y de solucionar los problemas y, por último, de la capacidad para superar momentos complicados.

 

La carga a la que se ven sometidos estos 'enfermeros caseros' puede traducirse en distintos problemas que pueden ser físicos, psíquicos y socio-familiares. Es aquí donde la expresión 'cuidador quemado' adquiere sentido.

 

Cuando hablamos de dificultades físicas destacan los que tienen que ver con dolores en el aparato locomotor, las cefaleas, astenia, fatiga crónica y alteración del sueño. En cuanto a los psíquicos, la prevalencia de desórdenes en este área alcanza un 50%, con frecuencia difícil de definir. Los principales problemas son depresión, la ansiedad, y el insomnio, que constituyen la vía de expresión de su estrés emocional.

 

A todo esto hay que añadir las dificultades socio-familiares. Es frecuente que aparezcan conflictos familiares como consecuencia de las obligaciones laborales (absentismo o conflictividad laboral), dificultades económicas y disminución de la vida social.

 

Éstas y otras son razones para asegurar que la ayuda a la dependencia es fundamental y, como concluye este y otros muchos informes, que es necesario que en una sociedad que envejece cada vez más el Estado arbitre nuevas fórmulas para asumir un papel determinante en la provisión de cuidados a dependientes.

 

Lo ideal es que éstos deben ser desempeñados por agentes profesionales para evitar el modelo tradicional, que sigue relegando a la mujer al papel de cuidadora familiar, con los perjuicios sociales, físicos y psíquicos que eso conlleva.

 


 


 

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