El Brindis
Un brindis delante del óleo “Romanos en la decadencia” deThomas Couture
Museo De Orsay, París.
“El vino siembra poesía en los corazones.” –Dante Alighieri
De la noche sencilla paseando por Montmartre entre viejos pintores ya decrépitos y el silencio aterrador del sueño entre los muertos que viven por las plazas cerradas de París, crece el ansia de encontrarte, de encontrarnos y de fijar en el tiempo los muchos deseos soñados, aquellos que por bellos se mantiene en las retinas y, engrandecidos por los recuerdos no encontrarán nunca comparación. Aún no me conoces, ni yo a ti, por ello las ganas. Sé que existes, pero no te he visto; me han hablado de ti, más no eres sino mi sueño, ese que voy alcanzando a cada paso de la espléndida ciudad eterna, de la ciudad del amor, de los sueños, de la belleza. París infinito.
Suena la orquesta para interpretar a Erik Satie y su “Bella excentrique”, y con sus fortes y pianos, crecendos y diminuendos, con sus silencios y contrapuntos nos adentra en la música del absurdo, entre el cabaret, la danza y la zarabanda, entre cuerpos semidesnudos, bellos, jóvenes, viciosos. El piano romántico, sensible, huidizo es silenciado por unos violines chirriantes y unas vihuelas llenas de fuerza, de vida, de ansias por estar para decirnos que ya ha amanecido y que estamos próximos a encontrarnos. Treinta grados de intenso calor y una humedad agónica me adormecen por las hermosas calles de la “arrondissenment” mientras el aroma de un Bollinger Rosé burbujeante, fresco y joven me va llevando a ti. Ni siquiera miro el plano, podría reconocerte en cualquier sitio, y no solo por tu grandeza, por tu academicismo, sino por ti, por lo que representas, en lo que te has convertido.
Mujeres y hombres umbrosos, vencidos, agotados deben volverse en pie, renacer de los excesos de un tiempo pasado que, sin duda, para ti y para Jorge Manrique, fue mejor.
“No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.”
Coplas a la muerte de su padre, Jorge Manrique.
La Noche llegó gloriosa sobre los cuerpos dispuestos y fornidos sin, sin prisas, sin conciencia para disfrutar de todo y de todos. Jóvenes, alegres, fuertes y poderosos, somos Roma y tenemos a nuestros pies a toda la humanidad. Te miro desde lejos porque, al acercarme me veo imbuida de ti.
¿Cuál es aquel poderoso
que desde oriente a Occidente
es conocido y famoso?
A veces, fuerte y valiente,
otras, flaco y temeroso;
Quita y pone la salud,
muestra y cubre la virtud
en muchos, más de una vez,
es más fuerte en la vejez
que en la alegre juventud.
[ ... ] sin armas vence al armado
y es forzoso que le venza
y aquel que más le ha tratado,
mostrando tener vergüenza
es el más desvergonzado.
y es cosa de maravilla
Que, en el campo y en la villa
capitán de tal prueba,
Cualquier hombre se le atreva
Aunque pierda en la rencílla".
La Galatea, Miguel de Cervantes.
Diez pasos hacia atrás y te aprecio entero. Diez pasos nos separan para poder contemplarte mejor y observar, con perspectiva, tu decadencia. Tú esencia.
Recibo el vino de la mano de tu juventud casi marchita, y a sorbos intensos me dejo llevar por ti, por lo que fuiste. Exhaustos los cuerpos, como las almas, de la entrega apasionada sin medida, y de las horas de combate contra el tiempo.
Lo cojo y observo el rastro dejado por una noche orgiástica sin fin. Hay otros que también lo hacen conmigo, unos melancólicos, otros pensativos, los que más exánimes. Hay cuerpos y almas que aún te sueñan grande, poderosa, inmortal, para otros eres el vivo reflejo del tiempo marchito. Y yo, entre el sueño y la razón, tarareo a Satie por lo bajito, para no despertar a las musas caídas por los excesos de la noche vivida.
Ni una mano se aferra a nada, ni una caricia por dar nos queda, el vigor del cuerpo se torna endeble y es vencido por el sueño, por el fin.
Ya solo el que quede vivo de la noche caminará errante entre las cenizas de la civilización que un día fuiste, pequeña ave Fénix.
Ni un brindis me queda por ti, agotado Bollinger, tan solo observarte para no olvidarte nunca. Vuelvo a pasear ensoñada, embriagada, exhausta por la ciudad de la luz, pero ya no veo tu grandeza, ni tu amor, ni lo que eres. Montmartre vuelve a llamarme y camino silenciosa hacia allí, perdida, solitaria, infinita. París me atrapa.
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