NO HAY GÉNERO MENOR NI OBRA PEQUEÑA, SI EL ARTISTA ES GRANDE.
Y la naturaleza ha muerto.
Sentada en el alfeizar que forma el tiempo con el recuerdo miro, desde el infinito del alma, al sueño que una vez tuvimos y que creí poseer.
Y vuelven los pensamientos a mezclarse con sueños y deseos, a unir razón y corazón y hacer del mundo un sitio mejor para los dos o, al menos para mí. Pero son eso, anhelos, retazos de momentos vividos, engrandecidos por el recuerdo y ahora dejados en el olvido. Y trato, como Morihei Ueshiba, de hacer con mi espíritu un escudo para la paz, para sosegar el ansia que me produce tu ausencia. Como la naturaleza muerta, paso, silenciosa, a dejar de ser. Donde un día la semilla creó vida con el agua, el amor y el sol, hoy, apagada a los ojos del pintor, se muestra vacía, inerte, desalentada.
Tomo de la bota aún sin desempolvar unas gotas de un vino dulce, malagueño como tú, y noto entrar en mi nariz los aromas afrutados de una moscatel curada al sol de tus campos de vides viejas, y se llena mi boca de un sabor largo, intenso y graso a vainilla, café y miel que vuelve una y otra vez a traerte a mi yo mas íntimo. Vida y muerte. Luz y sombra de Eugenio para dar a cada momento su sentido y su importancia. Claros y oscuros, días y noches que entusiasman y matan con igual fuerza y descaro. Vino dulce y naranja amarga que me recuerdan las horas de amor y los minutos de llanto al olvido de un sol que se ha tornado frío.
Suena el magistral violín de Charles de Beriot mientras sus pupilos, ávidos de saber, siguen el ritmo de la “Escena de Ballet” con sus manos, tratando de poder, sueños posibles, ser su número dos y que los guíe.
Quizás la compañía de un piano… quizás una nueva botella que me sujete… quizás una mano que sepa reparar mis miedos.
"Cantos de la vendimia"
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Sin la glucosa que la caña cría,
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yo de ti no me hubiese enamorado;
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sin tanino en el zumo purpurado,
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mi cabeza ante ti no inclinaría.
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